Test de intolerancia alimentaria: a examen

El boom de los test de intolerancia alimentaria

En los últimos años, quien más y quien menos ha oído hablar algo sobre los test de intolerancia alimentaria, han salido en las noticias, en revistas de moda y salud, e incluso nos los aconsejan cuando vamos a pedir consejo nutricional a herbolario, farmacia o centro de belleza integral. Pero, ¿qué son realmente estos test de intolerancia alimentaria? ¿Tienen rigor científico? ¿Se pueden utilizar como método para la pérdida de peso? ¿Cómo llegan a la conclusión de que tenemos “intolerancia” a un determinado alimento? Voy a intentar aclarar todas estas cuestiones, pues si no nos andamos con ojo, podemos caer en la trampa.

Lo primero que debemos saber es qué es una intolerancia alimentaria, cuál es su causa principal y en qué consiste su tratamiento. Las intolerancias alimentarias son un grupo de reacciones adversas a los alimentos en las que no está involucrado el sistema inmunitario. La causa principal es el déficit parcial o total de alguna enzima que impide metabolizar correctamente algunas de las sustancias presentes en los alimentos, como el gluten o la lactosa. La sintomatología clínica derivada de una intolerancia alimentaria es fundamentalmente digestiva y varía en función de la cantidad ingerida e incluso también varía a lo largo del tiempo. El tratamiento de una intolerancia alimentaria consistirá en suprimir o limitar la ingesta del alimento en cuestión y mantener una dieta equilibrada que asegure el aporte suficiente de todos los nutrientes.

¿Qué son los test de intolerancia alimentaria?

Los famosos test de intolerancia alimentaria no son más que unos simples test sanguíneos o por pulsos eléctricos (no se muy bien cómo consiguen detectar una intolerancia alimentaria con pulsos eléctricos…) que surgieron hace unos diez años y a los cuales se les atribuye la fabulosa capacidad de detectar reacciones de intolerancia a ciertos alimentos o grupos de alimentos, e incluso son capaces de detectar intolerancia a colorantes alimentarios y a otros aditivos utilizados por la industria de los alimentos.

Los más conocidos son los test ALCAT (Antigen Leukocyte Cellular Antibody Test), test sanguíneos, que se basan en la reacción que produce un alérgeno (ya sea alimento o aditivo) sobre las células sanguíneas, pudiendo afectar tanto al tamaño de dichas células como a su número. En función del alérgeno que se examine existen 2 tipos de estos test: uno de ellos es el que analiza el comportamiento de nuestras células sanguíneas frente a 100 de los alimentos más comunes en nuestra alimentación (por el módico precio de 350€) y el otro complementa al primero, realizando el estudio sobre 20 aditivos alimentarios (450€).

¿Qué tipo de alimentación nos plantea este tipo de test de intolerancia alimentaria?

La alimentación que se plantea tras realizar este tipo de test es una en la cual se excluyen los alimentos a los que, según los resultados obtenidos por propio test, somos supuestamente intolerantes.

Estas dietas pueden ser o no ser equilibradas en función del profesional que las paute. Lo más probable es que la persona que plantee la dieta no sea un experto en nutrición, pues su fin principal es vender su producto. Aún suponiendo que se trate de un nutricionista cualificado, es muy probable que nos paute dietas monótonas, que incluso pueden resultar peligrosas en muchos casos, especialmente si se plantean para niños. Una peculiaridad de este tipo de dietas es que no se mencionan las calorías a ingerir por cada paciente, lo que nos hace sospechar que no son nada fiables.

¿Sirven como método de adelgazamiento?

La mayoría de las empresas dedicadas a la venta de test de intolerancia alimentaria los venden como un método de adelgazamiento y la gente los utiliza creyendo que son realmente fiables e infalibles como método para adelgazar, pero actualmente no tienen ningún rigor científico. Perder peso sin hacer dieta y sin quemar calorías haciendo deporte es imposible, una utopía y una pérdida de dinero para aquellos que se someten a ellos.

Todas las Sociedades de Alergología e Inmunología Clínica del mundo, incluida la española SEAICrechazan abiertamente este tipo de test de intolerancia alimentaria, indicando que son ineficaces para este cometido.

Los defensores de estos test explican que la intolerancia alimentaria genera una importante retención de líquidos en el organismo, lo que provoca un aumento de peso en la persona “intolerante”. Además estas intolerancias alimentarias suelen provocar flatulencia o hinchazón del abdomen y digestiones algo pesadas, propias de una intolerancia alimentaria.

Hasta el día de hoy, sólo se han demostrado científicamente dos intolerancias a alimentos: la intolerancia a la lactosa y la intolerancia al gluten. Fuera de estas dos enfermedades, no podemos afirmar que algún otro alimento sea responsable de una intolerancia alimentaria y, por tanto, debemos rechazar el uso de estos test de intolerancia alimentaria.

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